viernes, junio 09, 2006

Consultorio de Maipú: Una larga espera

Hoy fui al consultorio de Maipú con el sano objetivo de apreciar lo que tanto habla la gente sobre la pésima atención que prestan este tipo de servicios públicos.
Ya cuando el reloj marcaba las nueve de la mañana, la aglomeración de seniles abuelitos, cabros chicos llorando y dando vueltas que interrumpen el agitado transitar de enfermeras que con esmero único, desoyen cualquier consulta de los pacientes del consultorio.
Al fin entendí el por qué del término paciente que se arguye a las personas que asisten tanto a servicios de urgencia como a consultorios comunales.
Para empezar, el drama comienza al llegar, pues si en algunas partes estamos ya acostumbrados a esperar nuestro turno con esos clásicos numeritos de 'Turno Pack', en este lugar había que hacer cola para retirar el pequeño papelito, porque, según uno de los funcionarios: ''Aquí la gente se aprovecha, oye. Llega la vecina de la amiga y sacaba como cinco ticket para dárselos a cualquier pelagato''.
Esto, según cuenta, 'generaba discordia entre los apesadumbrados espectadores ya impacientes'. Ya el número marcaba el 13° en la pantallita de turno, mientras esperaba que marcara el 03°, ese era mi lugar, o sea toda un vuelta.
Lo peor es que, tratando de establecer algún criterio objetivo de medición promedie que cada número tardaba entre 5 a 7 minutos en proseguir. En total estuve cerca de cinco horas hasta que por fin tuve mi lugar.
Mientras, no podía dejar de recorrer lúgubres pasillos y vagar por los monopólicos kioskos del consultorio para aminorar la larga espera.
En esos ires y venires me sorprendía por el cómo eran desorientados los concurrentes: primero la atención se realizaba dependiendo el lugar de residencia, para eso había que hacer una cola para encontrar la villa, barrio o conjunto habitacional respectivo.
Este dato representaba un color determinado que estaba demarcado en algún lugar del consultorio. Una vez con el color averiguado, comenzaba la aventura de encontrar el lugar físico en que dicho color atendía en el consultorio. Lo difícil era averiguarlo, pues sólo para eso había que hacer alguna que otra colita.
Café con leche

Pedir ayuda a las enfermeras, mejor olvidarlo. Ellas corrían despavoridas de una lado para otro portando humeantes tazones de café con leche que no les permitía hacer el esfuerzo por orientar a sus pacientes. Cabe destacar que la discriminación si bien no existía, eso era para peor, pues personas por sobre los 80 años, o mujeres embarazadas debían caer en la misma aventura de la búsqueda del tesoro.
Cultura mapuche
Algo de risa me dio sí, cuando me percaté que la orientación existente en el local estaba en mapudungún, esto según averigüé con uno de los aseadores del entorno, como una forma de integrar y reconocer a la etnia original de nuestra tierra. Lo triste es que esto no servía de mucho para la gente que entiende levemente el castellano.

La perdida ya era casi total.
La gente iba y venía de un lado para otro, cuando comencé a sentir ya mareos por la fatiga de la larga espera que llevaba, en el consultorio mi paciencia ya no daba para más, pero si los síntomas que comenzaba a experimentar se agravaban sabía ya, a lo menos, que no podía quedarme en este lugar.

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